La filosofía judía entrelaza tradición, razón y espiritualidad, con pensadores como Maimónides que buscaron armonizar la fé con la filosofía griega y árabe. ¿Cómo abordaron temas como Dios, el conocimiento y la ética? Descubre su riqueza intelectual y su legado en el pensamiento universal.
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¿Qué es la filosofía judía?
La filosofía judía es una tradición de pensamiento que busca armonizar la revelación divina (Torá y textos sagrados) con la razón humana, explorando cuestiones fundamentales sobre Dios, la ética, la creación, la profecía y el sentido de la existencia. A diferencia de otras tradiciones filosóficas, la judía no solo se desarrolló en diálogo con corrientes externas (griega, islámica y cristiana), sino que también estuvo profundamente marcada por la experiencia histórica del pueblo judío, incluyendo el exilio, la diáspora y la persecución.
Aunque no existe una «filosofía» sistemática en la Biblia hebrea (Tanaj), muchos textos plantean preguntas filosóficas:
- El Libro de Job cuestiona el sufrimiento y la justicia divina.
- Eclesiastés (Kohelet) reflexiona sobre el sentido de la vida y la vanidad del mundo.
- La literatura rabínica (Talmud, Midrash) aborda problemas éticos y teológicos, aunque desde un enfoque más legal (halájico) que especulativo.
El primer gran filósofo judío fue Filón de Alejandría, quien intentó conciliar el judaísmo con el platonismo:
- Desarrolló el método alegórico para interpretar la Torá.
- Introdujo el concepto del Logos (Palabra divina) como intermediario entre Dios y el mundo.
- Su influencia fue más relevante para el cristianismo primitivo que para el judaísmo rabínico.
El periodo medieval marcó la edad dorada de esta tradición filosófica, especialmente en el mundo islámico donde pensadores como Saadia Gaón, Judá Halevi y, sobre todo, Moisés Maimónides desarrollaron sistemas que integraban el aristotelismo con la teología judía. Maimónides, en su monumental «Guía de los perplejos», estableció un modelo de racionalidad religiosa que sigue siendo referencia hasta hoy, abordando problemas como la naturaleza de Dios, la profecía y la relación entre fe y ciencia. Paralelamente, la Cábala ofrecía una vía mística de comprensión de lo divino, con figuras como Isaac Luria que revolucionaron la cosmovisión judía a través de conceptos como el tzimtzum (la contracción divina).
La modernidad trajo consigo transformaciones radicales: desde el racionalismo panteísta de Spinoza -que provocó su excomunión- hasta la Ilustración judía (Haskalá) liderada por Moisés Mendelssohn, que buscó compatibilizar la tradición con los valores de la razón moderna. En el siglo XX, pensadores como Franz Rosenzweig, Martin Buber y Emmanuel Lévinas reformularon la filosofía judía desde el existencialismo y la fenomenología, enfatizando la relación dialógica con lo divino y la responsabilidad ética hacia el otro. Tras el Holocausto, esta tradición filosófica ha seguido evolucionando, abordando los desafíos de la posmodernidad mientras mantiene un diálogo crítico con su herencia, demostrando una notable capacidad para reinterpretarse a sí misma sin perder su identidad esencial.
Esta tradición milenaria se caracteriza por su permanente tensión creativa entre particularismo y universalismo, entre revelación y razón, ofreciendo un modelo único de cómo una tradición religiosa puede enriquecerse mediante el pensamiento crítico. Desde las discusiones talmúdicas hasta las reflexiones contemporáneas sobre ética y alteridad, la filosofía judía continúa siendo caracterizada de profundidad intelectual y espiritual en el panorama del pensamiento occidental.